
XCI

El sueño secreto e inconfesable de todo outsider, es recibir algún día, el reconocimiento institucional. Pocos son los que logran mantenerse al margen.
«Si pagas con cacahuetes no puedes esperar más que trabajar con monos», dice el viejo proverbio –chino, ¿tal vez?–. De ahí se deduce que si dejas que te paguen con cacahuetes, no has de sorprenderte que te traten como a un mono…
(mayo 2018)
Existe también en el medio del cine documental clientelismo, endogamia, tráfico de intereses. Uno quisiera creer que ese tipo de conductas no deberían existir aquí, que nuestro medio debería estar exento de esas miserias. Y sin embargo, allí están. Negro sobre blanco. Los mismos nombres, suenan y resuenan. Menganito, profesor de un máster, se convierte luego en director de un festival, dónde casualmente el crítico Juanito ensalza a Fulanito, un cineasta que no es ni más ni menos que el alumno del primero, mientras que Juanito, el mencionado crítico, es –no lo olvidemos– buen amigo y profesor en el máster de Menganito…
Y así las cosas van girando en una rueda eterna a manera de tiovivo dónde las figuras pasan y pasan repitiéndose hasta el hartazgo, mientras se reparten palmaditas en el hombro, tan contentos todos de conocerse. Un coto cerrado en el cual quién no acepte las directrices del sumo sacerdote de turno no puede entrar, y menos, beneficiarse. Y para ejemplo y escarmiento de los descarriados, el ostracismo. De no ser así, el corolario sería sencillo: no serían necesarios ni sumos sacerdotes, ni dogmas, ni religiones para hacer cine. Y esta certeza, de hacerse obvia, terminaría por poner patas arriba todo el negocio (másters, festivales, revistas críticas).
(mayo 2014)
Nota como epígrafe de un film: “esta película no fue aceptada en ningún festival. Si usted la está visionando seguramente se debe a una equivocación”.
Años atrás…
Estaba en diálogo con un productor para un proyecto que quería realizar. Un día me llama, apremiante. Me pregunta si tengo carnet de partido. ¿Carnet de partido yo?¿No me conoce acaso? ¿Yo con carnet de partido?, pienso sorprendido ante la pregunta idiota del producer.
Opto por la ironía: «¡El que quieras! ¿Cuál necesitas? ¿de qué partido? ¡Voy ahora mismo y me lo hago…!». «David, no es una broma», se justifica avergonzado, «¿tienes o no tienes?, porque yo no tengo».
El proyecto no salió…
El cine agotado. No me extraña que esa clase de cine sea festejado por la prensa especializada. Representa la cultura europea contemporánea. Son films que nacen agotados, cansados. Confunden el plano secuencia con la revolución. Confunden un trío bisexual con la subversión de los géneros. No son más que chapuzas ideológicas, algo así como filmar la lluvia y no mojarse. Filman al necesitado desde el lugar de quién duerme en un hotel de cinco estrellas. Abordan al otro con la mirada del colonizador que observa al indígena. Están demasiado cómodos. Están demasiado bien asentados. Sus amigos controlan la crítica, la academia, los festivales, y poco a poco se genera un discurso alrededor de un cine que es totalmente irrelevante. No solo para la cultura, sino para las necesidades sociales que dicen ponderar. Y es allí dónde se produce ese abismo entre la “crítica especializada” y el público. Pensar que el público es idiota es tan soberbio como idiota es pensar que una película debe ser amada por todos los públicos. Pensar que el público es idiota, y hacer cine con dinero público es, sencillamente, una hipocresía…
Plantear el interrogante. Bien claro, coherente, sostenido. Y sustraerlo de la obra… eso es lo que la hace más intensa, más viva, más misteriosa…
Hablar de formatos documentales es una estupidez, son los temas lo que deberían exigir su tratamiento, su puesta en escena.
Entre las personas que defienden el derecho a la cultura libre, es difícil encontrar, salvo contadas excepciones, gente que viva de la creación artística. En general estas posiciones están defendidas por gente que si se dedica a algo artístico tiene otro tipo de ingresos; o por gente que, su razón de ser o de existencia, es la explotación de otros que hacen arte.
El cineasta baboso. Hombre de mediana edad. Seguido de un séquito de jovencísimas principiantes de cine y señoras divorciadas de edad madura. Vertiente de cine erótico camuflado de vanguardia. Un protagonista seductor, de palabras grandilocuentes, vacías. El guión, la historia, aquí es lo de menos.
En un mundo dónde todo se acelera, dar un paso atrás es también un acto revolucionario. Una verdadera obra de arte debe tener perdurabilidad en el tiempo…
El festival. En ausencia del director, el proyeccionista confundió el orden de las bobinas. Nadie se dio cuenta. El público asistente creyó encontrarse ante una obra maestra, que hacía caso omiso del desarrollo normal de los acontecimientos. Alguien llegó a decir que era una parábola del exilio…
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