XLVII
Deventer, 2001.
#62
El ser humano, si no ha atrofiado esa sensibilidad, tiende a la trascendencia. La trascendencia, más que con la búsqueda del sentido, diría provisionalmente, tiene relación con ese instante en que entroncamos con la eternidad: el rezo en la religión, la meditación en el yoga, el arte en la creación, el sexo en el amor. Momentos en los cuales podemos acceder a la inmortalidad, aunque solo sea por un instante fugaz, como una ráfaga, como anticipo de su posibilidad. Si alguna vez tuvimos la suerte –y el placer– de sentir aquello, será luego una búsqueda constante por repetir la experiencia.
#60
En el bus, finalizando el día. Rostros de esclavos: cansados, enchufados a sus móviles. No miran, no observan. Autómatas deslizando sus dedos sobre un insignificante tablero.
#32
Llenarse los ojos de luz, llenarse los ojos de color… luego, la oscuridad. Nada más.
Lugares
Mi sobrino
El tiempo vuela. No es un decir. Es así. Mi sobrino está por cumplir dieciocho años y quiere volar. Volar lejos. Su madre preocupada, me pide hablar con él. Te oirá, me dice esperanzada, dile que es muy chico para irse: ¿por qué no lo convences de esperar unos años más, estudiar, y luego ya decidirá lo qué hacer? A ti te escuchará, yo, que soy la madre, ya sabes como es…
Vale, contesto, pásamelo.
Mi sobrino sabe de qué va la cosa. Se pone al teléfono con desgana. No me lo hace fácil.
Esgrimo argumentos sin convencimiento sobre las bondades de permanecer en el hogar familiar. Camuflo mi falta de certidumbre tras la impostura de una voz de hombre experimentado, de quién ha visto mucho mundo.
Al otro lado de la línea, océano de por medio, adivino pura condescendencia risueña.
De repente, silencio.
Pasan unos segundos que se hacen eternos, suficientes para entender que el gol en puerta propia es imparable, inevitable…
Mi joven interlocutor arremete sin piedad.
No seas chanta tío, ¿no te da vergüenza? ¿Vos me decís esto? ¿Acaso no te fuiste vos también con dieciocho años?
[ Barcelona, abril de 2014 ]