Hace unos días. Café céntrico de Madrid. Vecino de mesa. Saludos e incipiente conversación. Es artista. Inminencia de Arco, se entiende. Se presenta. Hablamos un poco. Me pregunta de «mi tierra» (¿cuál de todas?, me pregunto en silencio). Qué si voy, que si no voy. El chico es ex vecino del norte. Le digo la verdad, que voy, y que a la vez no voy. Y que a excepción de un par de presentaciones, me es difícil organizarme allí, puesto que ya han pasado muchos años desde que me fui. «No hay que olvidar tus raíces», sentencia, más cercano a una comisión de restauración nacional que a un creador. Divertido -todo lo que huela a nacionalismo rancio me «echa pa’ tras»- le pregunto: «¿Cuándo me miras que ves: una planta o una persona?»
[En cuánto a mi post anterior, nunca he recibido tantas visitas. De por sí, da cuenta de la sensibilidad del asunto. También me han escrito varios emails. Algunos me acusan de nacionalista (¿nacionalista yo?); otros de anti-nacionalista (del nacionalismo rancio y excluyente sí); también se me exije que crítique las operaciones israelíes en los territorios ocupados (ya lo he hecho en el pasado); alguién hasta me exigió que exija a su vez a la comunidad judía americana de posicionarse en relación a lo que sucede en Gaza (¿¡!?)… Casi todos los argumentos críticos eran extra -textuales, es decir, cosas que el lector creía leer más allá de lo allí escrito. Me estaba refiriendo a un hecho concreto, de un barrio concreto y de un ‘momentum’ concreto. Irresponsable es extrapolar, de lo allí dicho, cuál es mi posición respecto a todo los conflictos del mundo. Había acentuado también en el artículo, que cuándo hablaba del mentado documental, no me estaba refiriendo a la obra en sí, sino la publicidad que de ella se hacía. O sea, que estaba hablando, para decirlo con palabras más simples al lector, de la manipulación que se hace de la información, aún en ámbitos en los cuáles se esperaría una mayor complejidad. He escrito además que la misma acción terrorista, la de la joven palestina en un supermercado, de haberse llevado a cabo en contra de una base militar, podría ser considerada como resistencia a la ocupación. ¿Acaso queréis posición más progresista que esa? Es más que lo que los mismos que me criticaron, condescendientes con sus impuestos de las acciones de la ocupación, podrían decir en voz alta. En ningún momento insinué siquiera que haya que deportar a nadie. Estaba, y estoy preocupado por un fenómeno que existe, y que se tiene que abordar. Pero nunca, vaya esta aclaración por delante, nunca, de la manera en que Rajoy y sus ideólogos proponen. Eso no es abordar, sino abortar.
Soy de los que consideran -bicho molesto, lo asumo- que no hay que temer al debate sobre ningún tema, mientras sepamos y acordemos cuáles son sus límites: el respeto al otro, el diálogo, la visión compleja, la rigurosidad intelectual, la entereza ética, la búsqueda de la paz y la justicia. No puedo ser responsable de las malas interpretaciones que de mis textos se hacen, y menos aún, de las vestimentas que se me asumen, y que jamás me he puesto.].