172

El exilio como condición universal. Problemas derivados de difusos y equívocos conceptos desaparecen: raíces, arraigo, tierra, terruño, banderitas, pertenencia, herencia… Un mundo ideal dónde todos serían extranjeros, obligados a cambiar de continente, cómo máximo, cada dos generaciones. Y aun así, ya sería demasiada permanencia.

(noviembre 2012)

149

Me desperté, repentinamente, cargado de malos sueños. Miro por la ventana, apenas clareaba. El primer pensamiento es: «buena luz para moverse entre los bosques». No puedo volver a dormirme. Miro la hora, cinco y cincuenta. Me percato de algo más: hoy es primero de septiembre. Si los lugares tienen memoria, y las fechas también, entonces esta es una madrugada terrible. 

(Köln, septiembre 2003) 

135

Soñé que Binyamin Netanyahu se convertía en presidente de los palestinos. Como tal, era un negociador implacable, intransigente, imposible… Ante la sorpresa de los israelíes, alguien recuerda: «no hay de qué sorprenderse, siempre supimos que lo único que le importaba era ejercer su propio poder». 

(enero 2010)

127

Por la mañana, apenas levantado, le cuento a Caroline mi sueño: nuestra amiga Martha, por carambolas de la política, se había erigido en presidenta de Francia.  
–De haber sabido bien francés –digo con resignación– seguro me hubiera hecho ministro. 
–¡Qué divertido!­ –profiere ella impaciente. 
–¿Qué pasa? ­–contesto molesto– ¿Acaso está mal ser ministro? 
–¿Es eso todo lo que aspiras a ser? –suelta mientras cruza apresurada la puerta del cuarto para atender al niño que se acaba de despertar. 
–Bueno –digo avergonzado–, es también un curro, ¿no? 

(enero 2019) 

#87

El sacrificio. Leo la siguiente noticia: en un pequeño pueblo de Minnesota, los vecinos sorprenden, cuchillo en mano, a un hombre a punto de matar a su hijo. El niño, amordazado, está atado sobre un altar improvisado al fondo del jardín. Sólo un milagro explica que los vecinos logren detener al padre antes de cometer el asesinato. En el interrogatorio, el hombre argumenta –tranquilo y convencido de sus actos– haber oído a Dios decirle que mate a su hijo en ofrenda. En el juicio, la defensa alega enajenación mental. El acusado protesta. No quiere que lo tomen por un desequilibrado. Insiste: fue Dios quién se lo ordenó la mañana de los autos. Explica que acababa de levantarse y, mientras bebía su primer café y su hijo todavía dormía, Él le habló. No era la primera vez. Pero sí la primera en recibir un claro mensaje de acción. El juez duda. Los peritos no logran unanimidad. Desfilan teólogos, psiquiatras, rabinos, curas e imanes. Finalmente el magistrado tiene que tomar una decisión… El acusado todavía no ha salido del hospital psiquiátrico en el que lo encerraron. El niño, ya adolescente, crece feliz con sus abuelos.

#85

Será demasiado tarde cuando despertemos…
Cuando despertemos será demasiado tarde…
Demasiado tarde será cuando despertemos…
(Tres versiones para «será demasiado tarde»)

#67

Al otro día de llegar a Barcelona, voy al banco a abrir una cuenta. Mientras esperaba mi turno, veo sobre un asiento una bolsa abandonada. Nerviosismo. El amigo que me acompaña, comprendiendo el origen de mi inquietud, me toca con su codo, y con la indulgencia propia del autóctono al recién llegado, dice: “tranquilo David, bienvenido a Europa, esto no es Israel, es solo un bolso olvidado, nada más”. Esto sucedía hace poco menos de veinte años…

Unas noches atrás, soñaba con el Daesh. Estaba en algún lugar de Europa. Era de noche. Se oían tiros. En el sueño, me incorporaba sobresaltado. Un amigo israelí irrumpía en la habitación, y me decía: “silencio, no nos movamos”.

Poco después, enlazado con lo anterior, en una especie de duermevela, pensaba en los Yazidíes. Una frase se abre paso como un cuchillo: “nadie moverá un dedo para ayudarnos”.

Me despierto finalmente, pero sin alivio, con el ruido de los pasos de mi hijo en la madrugada…

 

#63

Soñé con maletas llenas de cosas. Cuadernos, fotografías, libros de bocetos. Recuerdos personales. Una de esas maletas la olvidaba en un lugar público. El sitio estaba lleno de maleantes. La valija desaparecía inmediatamente. La gente se repartía sus pertenencias. Es verdad que me sentía tonto por haberla olvidado allí, pero algo, recóndito, me hacía sospechar que la había dejado adrede. No estaba realmente triste por la pertenencias perdidas. Se imponía cierta sensación de alivio.

 

#62

El ser humano, si no ha atrofiado esa sensibilidad, tiende a la trascendencia. La trascendencia, más que con la búsqueda del sentido, diría provisionalmente, tiene relación con ese instante en que entroncamos con la eternidad: el rezo en la religión, la meditación en el yoga, el arte en la creación, el sexo en el amor. Momentos en los cuales podemos acceder a la inmortalidad, aunque solo sea por un instante fugaz, como una ráfaga, como anticipo de su posibilidad. Si alguna vez tuvimos la suerte –y el placer– de sentir aquello, será luego una búsqueda constante por repetir la experiencia.

#58

Mudanza a la vista. Ordenando el depósito. Tirando papeles. Sorprende la cantidad de cosas innecesarias que acumulamos con los años. Me viene a la mente la frase de un director de cine que sostenía que aunque no se vaya a ver el interior del ropero, las prendas deberían estar allí. La invierto: ¿cómo pesa en nosotros, aunque no esté a la vista, toda esa cantidad de material acumulado? Papeles, papeles, y mas papeles…
[ abril 2014 ]