
177
INT. PSIQUIATRA: Consulta — día
Mujer en consulta del psiquiátrica. Sufre de trauma post bélico. Todo comenzó mucho antes de la última operación militar en Gaza. Oía ruidos por la noche. Sonidos extraños provenientes del centro de la tierra, como si estuvieran excavando bajo ella. Sus familiares y vecinos nada oían. Le decían: imaginaciones, fatiga, demasiado trabajo. Los médicos la derivaban a un psicólogo, el psicólogo al psiquiatra, y el psiquiatra le recetaba pastillas. Ella, desesperaba, seguía oyendo aquello que le decían no existir. ¿Acaso alguien podría estar excavando bajo su hogar en el kibutz? Imposible. Seguramente todos tenían razón: necesitaba descanso, no se encontraba bien.
Pasan los meses. Estalla la guerra. Se ponen al descubierto los túneles excavados por el Hamas. La mujer, en lugar de sentir triunfo por confirmar que estaba en lo cierto, se sume en la depresión. ¿Cómo es posible que el enemigo este cavando bajo su casa y que nadie se haya siquiera percatado?
(“Israel, Ida y vuelta”, aproximaciones, marzo de 2017)
175
Pasamos frente a la comisaría del Passeig Juan de Borbo. Un agente urbano nos mira torvo. Unos metros más tarde, le explico a Nathan:
– Si nos hubiera preguntado por qué vamos así, los dos, en la bici, le tenemos que decir que es porque la tuya está rota.
– Pero no es verdad –responde él– no está bien mentir.
– ¿Nunca está bien mentir? ¿Estás seguro?
Nathan pensativo, no contesta.
– Veamos –continúo– imaginemos que un señor muy malo muy malo quiere atrapar a alguien muy bueno muy bueno. Y tú tienes escondido en tu casa al señor bueno. El señor malo llama a tu puerta. Le abres y te pregunta: «Dime Nathan la verdad, yo sé que tú eres una persona recta y que nunca mientes. ¿Está aquí escondido el otro?». Tú, ¿qué le contestarías?
– ¡Pues que no está! –responde Nathan con naturalidad, como si le hubiera preguntado una obviedad.
– Entonces a veces se puede mentir, ¿no? ¿Ves que no siempre está mal mentir?
– Es verdad –dice sorprendido de su reciente descubrimiento.
– Entonces, ¿por qué crees tú que hay situaciones dónde se puede mentir?
– Cuándo hay un motivo bueno.
– Y en el caso de esta historia, ¿cuál es el motivo?
– Qué el malo quería atrapar al bueno.
– ¿Y en nuestro caso?
– Que los niños nos pasamos un montón de días encerrados y yo todo lo que quería era ver un momento el mar… ¡hasta los perros podían salir y nosotros no!
Kant, imperativo categórico. Lección 1.
(principios de mayo 2020)
174
En la plaza, fútbol con Nathan. De refilón, veo aparecer dos jóvenes sobre monopatines eléctricos. Movimiento envolvente: joven turista, móvil en mano, mochila mal ajustada, distraída. Sin pensarlo, le advierto. La joven, asustada, se aleja. Ellos se giran, y al grito de guerra, vienen hacia mi: «hijoputa, racista, racista, hijoputa, si no estuviera tu hijo te cortábamos la cabeza, hijoputa, racista, te partiremos una botella en la cabeza, racista, hijoputa, ya verás cuándo te encontremos solo, hijoputa, racista…».
(agosto 2021)
173
No me gustan los documentales perfectos. Les falta humanidad. Un documental ha de ser como la vida. Tener errores, lugares en blanco, situaciones sin resolver.
(julio de 2018)
172
El exilio como condición universal. Problemas derivados de difusos y equívocos conceptos desaparecen: raíces, arraigo, tierra, terruño, banderitas, pertenencia, herencia… Un mundo ideal dónde todos serían extranjeros, obligados a cambiar de continente, cómo máximo, cada dos generaciones. Y aun así, ya sería demasiada permanencia.
(noviembre 2012)
171
Todo dura lo que dura una mirada. Semáforo, a punto de cruzar. A mi lado se detiene un hombre. Cuarenta y cinco años. Mascarilla blanca, pantalón negro, camisa oscura ajustada al cuerpo, zapatos de piel también oscuros, calcetines a juego, bajos bien arreglados a la altura de los tobillos. Todo muy cuidado, programado, pensado. Bolsa marrón de piel que le cuelga del hombro derecho. Consulta algo en su móvil. Imagino un profesional liberal reconvertido –por las circunstancias– a comercial. Del bolsillo derecho asoma la cabeza de un boli blanco de plástico. Desentona. Desequilibra todo el cuadro. Como adivinando mi decepción, lleva su mano allí, coge el boli y lo esconde en su bolsa.
(octubre 2020)
170
Tras encontrarme con E., pienso: «una persona simple, de ideas fijas».
(mayo 2015)
169
Sesión de investidura. Mi hijo me pide ver la «película del Congreso». No hay escuela, día después de Reyes. Los niños se quedan en casa para jugar con sus regalos, y los padres (y las madres, claro) a lidiar con sus respectivos trabajos para poder quedarse a cuidarlos sin que le descuenten la jornada. Hermosa conciliación familiar. O esto, o pagar sesenta pavos para una canguro (lo siento, no encuentro canguros hombres, no es una cuestión sexista, y el único que encontré, ya no está en la ciudad). Además, la situación no está para gastarse nada. Bueno, total que Nathan se despierta a las siete del mañana dispuesto a jugar, a hablar, a comer y a liarla parda. A las once y media, viendo él de refilón la portada de un periódico online que estaba yo consultando, pregunta: «¿podemos seguir viendo la película esa que estábamos viendo el sábado? No se terminó todavía, ¿no?». «Pues no, no se terminó, hoy es el último capítulo». «¿De verdad? ¡Veámoslo!». Y así fue como, un martes después de Reyes, un padre y su hijo de cinco años, sentados frente a la pantalla del ordenador, se deleitan con las ponencias de los disputados, como se le dio en denominarlos acertadamente mi alegre e infatigable retoño. Él quiere saber quién se lleva al final todos los papelitos. Desde el día en que fuimos juntos a poner el sobre en la biblioteca del barrio está curioso de cómo concluirá el asunto. Me sorprende su interés en el espectáculo. Es verdad que tiene tendencias performáticas, pero el hecho de quedarse sentado más de una hora y media oyendo a gente –con barba o sin ella– vociferando en una tribuna, me sorprende. Me pregunta quién es el bueno y quién es el malo. Lo animo a que lo vaya dilucidando solo. Y en general, para mi sorpresa, acierta bastante. El Congreso como plató de espectáculo, entretenimiento didáctico para niños: ejemplo de malas maneras, imagen pedagógica de lo que no puede ser.
(enero 2020)
168
Una sociedad obsesionada con la construcción de su identidad, es una sociedad que no tiene espacio para ningún otro… (esto ya lo había dicho y escrito hace muchos años).
(junio 2011)
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